Integridad, Originalidad y Autoría: una evolución de los conceptos
Goethe dijo una vez: “No hay nada que valga la pena pensar que no se haya pensado antes; solo debemos intentar pensarlo de nuevo.”1 En un mundo cada vez más colaborativo y donde la información tiene un alto grado de importancia, ¿nuestra percepción sobre la propiedad intelectual se ha vuelto un asunto anticuado?
Por lo general, la integridad es descrita como la fidelidad a los principios éticos o morales.2 La integridad académica, por su parte, es un conjunto de reglas bien aceptadas seguidas por las universidades más reconocidas, más que todo por las occidentales, que reciben estudiantes de cualquier parte del mundo. Para entender cómo se crearon estas reglas – muchas de ellas con respecto a la escritura académica – es necesario comprender primero que todo los puntos de vista occidentales sobre la propiedad de los textos.
La perspectiva ideológica occidental sobre la propiedad autoral o los derechos de autor, lo concibe a éste como el único creador de sus textos. En este contexto, el plagio se considera una violación contra el autor y, por lo tanto, es algo moralmente incorrecto.3
Para Alastair Pennycook, un distinguido profesor de Lenguaje, Sociedad y Educación en la Universidad de Tecnología de Sidney, el plagio es un fenómeno más complejo que está directamente asociado con las relaciones entre el texto, el aprendizaje y la memoria.
Desde su punto de vista, lo que define el plagio es la manera en que las culturas entienden las ideas sobre la autoría y la propiedad autoral. Él argumenta que la propiedad sobre un texto es un concepto occidental que viene incluso desde la época de la Ilustración, cuando el paradigma mimético, bíblico y pre-moderno se convirtió en una manera de pensar más productiva y moderna.4
En este paradigma pre-moderno, la creatividad del individuo se daba gracias a la inspiración divina. Es así como el trabajo literario carecía de un autor durante esta época. La Ilustración reemplazó ese punto de vista por uno nuevo, que aseguraba que “la imaginación no era simplemente una capacidad mimética, sino una fuerza productiva.” De esta manera el sujeto humanista se convirtió en “el centro de la creatividad”. Aquello y la idea sobre los derechos de propiedad “produjeron una comprensión de la propiedad del individuo sobre las ideas y el lenguaje. […] Este entendimiento de la imaginación se encuentra claramente atado al desarrollo de la idea del autor”, escribió Pennycook.4
Las concepciones sobre la propiedad intelectual y los derechos de autor hicieron sus primeras apariciones en el derecho británico alrededor de 1710.4 El principio de la autoría, tal como lo entienden ahora las sociedades occidentales basado en un punto de vista capitalista sobre la propiedad y los derechos de autor, desencadenó el actual concepto del plagio como se acepta en las instituciones educativas. “Se asume que todo lo que tenga un valor se puede poseer, comprar y vender, y esa idea, conocimiento y arte viene de aquellos quienes tienen los derechos de propiedad,” escribieron los investigadores Lea Calvert Evering y Gary Moorman.5
Inquietudes post-modernas
¿Qué significa ser un autor? ¿es posible poder escribir únicamente ideas originales? ¿un autor puede ser dueño de una idea? En el siglo XIX, aparecieron algunas nuevas concepciones y se empezó a cuestionar el paradigma moderno.
Pennycook destaca que “la noción del individuo como garante creativo de significado y originalidad, viene siendo discutida fuertemente desde la época de Marx, Freud y otros autores que cuestionaron la idea de la expresión auténtica y no mediada de si mismo.”4
En sus propias palabras, las posiciones post-modernas y post-estructuralistas sobre el lenguaje, el discurso y la subjetividad pusieron sobre la mesa preguntas interesantes acerca de la creatividad o autoría individual. “Si en lugar de un Yo o una Identidad, consideramos la noción de subjetividad o, de hecho, subjetividades (somos, de cierta manera, productos fragmentados de diferentes discursos), entonces llegamos más o menos a una reversión del sujeto hablante creando significado: no somos sujetos hablantes sino sujetos hablados, no creamos un lenguaje sino que somos creados por él.”4 Para Pennycook, el punto de vista post-moderno ha pasado de “el autor posee y le da sentido al texto, a la idea de que el sentido deriva de una interacción con el texto.”3
Penycook cita a Richard Kearney al mencionar que “el post-modernismo le da una mirada sospechosa al culto modernista de la originalidad y creatividad,” un tipo de escepticismo que señala la necesidad de “reevaluar las creencias en la propiedad original y autoral.” Él dice que “hay un grado de hipocresía al defender la cultura de la originalidad, ya que los entendimientos post-modernos del lenguaje y sentido, por el contrario resaltan la posibilidad de algo más que una circulación de sentidos.”3
Revolución digital
Fue en 1967, tres décadas antes de que apareciera lo que hoy conocemos como internet, cuando Roland Barthes escribió La muerte del autor. En su ensayo, el crítico literario francés argumentó que “toda escritura es en si una voz especial, compuesta de muchas voces imperceptibles, y que la literatura es el invento de esta voz a la cual no le podemos asignar un origen específico: la literatura es así de neutra, compuesta y oblicua, en la cual cada sujeto escapa; es la trampa en la que toda identidad se pierde, empezando por la identidad misma del cuerpo que escribe.”6
Con su muerte en 1980, Barthes nunca conoció la Red Informática Mundial (www), las tecnologías y las herramientas colaborativas actualmente disponibles y que hicieron tan difusos los límites de la autoría. La revolución digital está desafiando a las definiciones tradicionales del plagio, indicando quizás una aproximación con la línea de pensamiento del post-modernismo, y también con las ideas de Barthes sobre la autoría, un concepto que a menudo varía.
¿Qué significa ser original en una sociedad donde la circulación de ideas e información es el pan de cada día? Una web colaborativa como Wikipedia, es un ejemplo de esto. Si cientos, incluso miles de personas contribuyen a escribir un artículo más preciso y completo sobre un tema en específico, ¿quién es el autor de eso? Y más allá, ¿acaso importa? ¿sería posible que la suma de esas contribuciones individuales generara algo más valioso y aún mejor?
Para los investigadores Evering y Moorman, el fácil acceso a una cantidad interminable de información dificulta aún más la tarea de vigilar la autoría de las ideas. “Esta situación ha hecho que la generación actual de los millenials puedan ver la propiedad, adquisición y distribución del conocimiento en distintos términos a los de generaciones anteriores. Y por si fuera poco, la academia está un paso atrás en reevaluar el concepto y la forma en que lidiamos con él en la educación secundaria y superior.”5
Los investigadores argumentan también que, como el contenido en internet es gratis, descargar, copiar y pegar es la segunda naturaleza en la vida de los millenials cuando están fuera de la escuela. “Su concepto de propiedad es diferente del concepto con el que crecieron los profesores y que han llegado a dar por sentado”. De acuerdo con ellos, tanto los estudiantes como la universidad necesitan de un concepto y un análisis adicional sobre la propiedad intelectual.5
El otro problema radica en los estándares académicos y las expectativas impuestas en los millenials. En estos tiempos, resulta más difícil darle crédito a la fuente original cuando se trata de tareas que hacen énfasis en la creatividad, innovación y colaboración. Además, como la colaboración se está volviendo una de las competencias más deseadas en las compañías del siglo XXI, los estudiantes están muy dirigidos hacia el uso de herramientas que así lo permitan como wikis, medios de comunicación, reparto de documentos y plataformas de edición. “Las herramientas Web 2.0, diseñadas para promover la alfabetización digital y las experiencias de aprendizaje online socialmente constructivas, han cambiado las convenciones y normas culturales de la escritura,” dicen Evering y Moorman.5
¿Arrogancia ideológica?
El plano cultural es otro aspecto que se debe tener en cuenta. Muchas culturas del mundo no no son creyentes de la creatividad y autoría típica del Occidente, especialmente los países asiáticos, para los cuales el conocimiento puede ser visto más como una propiedad compartida, que como una posesión individual.
Los estudiantes que vienen de estas culturas para estudiar en universidades occidentales, hacen un esfuerzo por lo general para entender los diferentes conceptos y reglas sobre la integridad académica, pues la interpretación moderna sobre la propiedad autoral es todavía relevante en la academia occidental, con un énfasis especial en la propiedad individual del texto y la necesidad de atribuir a la fuente.
Hong Jian, investigador del Xishuangbanna Vocational & Technical Institute, hace una comparación de la forma de aprender de los estudiantes americanos y chinos por medio del documento A Contrastive Study of Cultural Diversity of Learning Styles between China and the United States.7 En éste concluye que “debido a la diversidad cultural, los americanos […] hacen énfasis en el pragmatismo del aprendizaje, pero hasta cierto punto, el resultado de los estilos de enseñanza y aprendizaje conllevan a una falta de conocimiento sistemático. Mientras tanto para los chinos, debido a la profunda influencia arraigada del Confucianismo por miles de años, la armonía, unidad y jerarquía son consideraciones importantes para estos estudiantes en el proceso de aprendizaje. Su enseñanza le da más énfasis a la transmisión del conocimiento sistemático, ignorando así el cultivo de la creatividad y la innovación”.
Las instituciones deben desarrollar políticas específicas y mecanismos de soporte para los estudiantes extranjeros, con el fin de reducir el número de violaciones debido al fraude accidental. Es importante que la universidad sea flexible y consciente de que ellos vienen de un ambiente sociocultural completamente diferente y les enseñen técnicas de escritura, para que ellos sepan cómo poner en práctica una nueva interpretación sobre la integridad. Esto sería más formativo, en lugar de criticar o desvirtuar su conocimiento, estilo de aprendizaje o experiencia educativa.
Pennycook señala que ridiculizar a otras culturas por sus supuestas prácticas culturales imitativas, puede ser una forma de arrogancia ideológica. “La idea principal aquí es que mientras podamos ver cómo se debe entender la idea de plagio dentro del contexto histórico y cultural, en particular, de su desarrollo, también necesitamos entender las prácticas culturales relativas o alternas.”
Definir lo que significa actuar con integridad en la academia, puede volverse más y más desafiante a medida que el mundo se globaliza y se torna cada vez más digital. De lo que estamos seguros ahora es que las instituciones necesitarán esforzarse para entender las necesidades y concepciones de las generaciones de estudiantes que vienen en camino. Puede ser hora de reconsiderar algunas de las ideas occidentales sobre la propiedad autoral, y dar una mirada desde un punto de vista más actualizado y flexible a todo el mundo colaborativo que está surgiendo.
Fuentes:
1 Von Goethe, J. W. (2013) Máximas y Reflexiones. Recuperado el 30 de agosto de 2017 de http://www.philaletheians.co.uk/study-notes/living-the-life/goethe’s-maxims-and-reflections.pdf
2 Centro Internacional para Integridad Académica. (n.d) Sobre Integridad. Recuperado el 29 de agosto de 2017 de http://www.academicintegrity.org/icai/integrity-1.php.
3 Introna, L., Hayes, N., lair, L, & Wood, E. (2003, agosto). Actitudes culturales hacia el plagio: desarrollar un mejor entendimiento sobre las necesidades de los estudiantes desde los diversos antecedentes culturales relacionados con problemas de plagio. Recuperado el 29 de agosto de 2017 de http://www.academia.edu/1362321/Cultural_attitudes_towards_plagiarism.
4 Pennycook, A. (1996). Prestando Otras Palabras: Texto, Propiedad, Memoria y… Recuperado el 20 de agosto de 2017 de http://www.bing.com/cr?IG=870A63B2E5E24664820D45C54109991E&CID=336718CE093A6AFD0D221223083C6B51&rd=1&h=Ai-oHojFyZojNcNQAMwbYWu_aeFsdfV-BmGWZ0nBqNg&v=1&r=http%3a%2f%2fwww.idt.mdh.se%2fkurser%2fcomputing%2fDVA403%2fDVA403-2012%2fLectures%2fBorrowingTextOwnershipPlagiarism.pdf&p=DevEx,5062.1.
5 Evering, L. C., & Moorman, G. (2012). Reconsiderando el Plagio en la Edad Digital. Revista de Alfabetización en Adolescentes y Adultos, 56(1), 35-44. doi:10.1002/jaal.00100
6 Barthes, R. (n.d.) La Muerte del Autor. Recuperado el 30 de agosto de 2017 de https://writing.upenn.edu/~taransky/Barthes.pdf.
7 Jian, H. (2009). Estudio Comparativo de la Diversidad Cultural en los Estilos de Aprendizaje entre China y Estados Unidos. Estudios Educativos Internacionales, 2(1). doi:10.5539/ies.v2n1p163.